JUEVES 7 DE NOVIEMBRE DE 2013
PROGRAMA 2 / CURSO 2013 -14
ESPIADOS, VIGILADOS, ESCRUTADOS
El espionaje ha sido uno de las prácticas más habituales y más
antiguas de la humanidad que, bien con fines bélicos, industriales, de
seguridad o estratégicos, se ha saltado todas las reglas, las normas y las
leyes establecidas con el argumento o con la disculpa de que se hacía por el
bien de la nación o de sus ciudadanos.
Durante mucho tiempo fue el confesionario el lugar en el que todos
los fieles confiaban sus más íntimos secretos al oído atento del escuchador, el
espacio en el que ponían a disposición del sacerdote de turno su privacidad y
su intimidad a cambio del perdón de sus pecados. Se pensaba que era un buen
trato: desnudar nuestro espíritu y exponer nuestro pudor a cambio de la gracia
y el perdón.
Nunca un sistema de espionaje fue tan efectivo ni contó con tanto
beneplácito, al menos aparente, en la sociedad, pues eran los mismos feligreses
los que voluntariamente se sometían al hábil interrogatorio del señor del
confesionario y le contaban, entre pregunta y pregunta, sus cuitas, sus
intimidades y sus secretos y, aunque todo ello estaba avalado por el secreto de
confesión (como ahora por el secreto profesional), la mirada del sacerdote,
cuando era necesario, te recordaba que él sabía lo que hiciste todos los veranos
de tu vida.
Complementarios al confesionario, aunque menos considerados y
aceptados y más criticados socialmente, eran los locutorios telefónicos, sobre
todo los de las localidades pequeñas, por los que pasaba toda la información de
familiares, amigos, amantes, novios y conocidos, noticias de todo tipo, gozosas
y amargas, que eran auscultadas por oídos diestros y atentos y transmitidas de
boca en boca desde el locutorio de origen, pasando por las comadres de turno
hasta todos los rincones de la localidad sin el conocimiento y sin el
consentimiento expreso de los
interesados.
Los tiempos han cambiado, sí, pero no el afán de recabar
información que, a la postre, siempre se transforma en conocimiento o en poder,
según en las manos de quien se aloje dicha información.
Por otra parte, los sistemas de espionaje siempre han funcionado y
actuado al margen de la legalidad, amparándose para ello en la falacia de la
pretendida protección de aquellos a los que incluso se espiaba.
La obsesión por la seguridad en los tiempos actuales nos ha
llevado a confiar, posiblemente en exceso, en nuestros representantes y en
nuestras instituciones, concediéndoles más poder del que era necesario para
garantizar una tranquilidad hipotética. A cambio hemos cedido gran parte de
nuestra libertad e incluso de nuestros principios y valores, imprescindibles
para habitar un futuro que merezca la pena.
Joaquín Paredes Solís
Noviembre de 2013
JOSÉ RAMÓN HERNÁNDEZ, JOAQUÍN PAREDES, PEDRO EMILIO LÓPEZ y TINO SORIA
No parece que se mida con el mismo rasero si espía Edward Snowden
que si espía la Agencia
de Seguridad Nacional de EE.UU (NSA). A uno, que ha mostrado el juego sucio de
los Estados (o de EE.UU), se le persigue para juzgarlo, y a los otros,
seguramente, no les pasará nada, a pesar del escándalo.
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